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Dijo un instructor espiritual que la energía contenida en el oro es la fuerza electrónica radiante que actúa en una octava inferior con relación a la que actúa en el sol. El oro florece, en este planeta, como fuerza necesaria para la vida. Su emanación natural es equilibradora, vitalizante y purificadora. Por eso, es común, entre civilizaciones evolucionadas, que los hombres guarden consigo por lo menos un trocito de oro, como algo que es norma, tal como el aire que respiran y el agua que beben.
Empero, el oro no está siendo bien utilizado. Además de ser extraído indiscriminadamente del subsuelo (lo cual no debería ocurrir, como vimos, puesto que el interior de la Tierra necesita la vibración de ese metal precioso) éste no es distribuido equitativamente, en proporciones correctas. En vez de tener un uso adecuado, se lo viene aplicando como patrón de trueque, o sirve como ornamento de ambientes o de personas. Así, ese metal, que tenía que desempeñar una función esencial en el planeta, pasó a ser uno de los mayores instrumentos de la ambición y de la vanidad humanas y, por lo tanto, de las fuerzas involutivas. (...)
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